domingo, 2 de agosto de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
El tiempo que nos pertenece (2015)
Palabras
de Mili Rodríguez (escritora y periodista) para la presentación de “El tiempo que nos pertenece”
Sala Extravagario de La Chascona, Museo Pablo Neruda, Santiago de Chile, 10 de noviembre 2015.
“Pero
de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no
nosotros, los nacidos en Latinoamérica en la década de los 50, los que
rondábamos los veinte años cuando murió Salvador Allende”, escribió nuestro
escritor tótem y tabú, Roberto Bolaño.
Y de eso
habla “El tiempo que nos pertenece”.
Sucede que
Isabel Hernández, que es muy de armas tomar -en el terreno metafórico-
sencillamente me encargó a mí la parte literaria de esta presentación, y a
Rodrigo Hidalgo, la parte política. Entonces me encantaría ser una genia por
esta noche, para estar a la altura de esta responsabilidad tremenda, para no
sentir este ataque de modestia con efecto retroactivo, y para descifrar lo que
significa y va a significar esta novela.
En “El
tiempo que nos pertenece” se mezclan,por supuesto, las dos cosas. La literatura
y la política, que nunca han estado separadas.
¿Pero si
en este mismo instante, de repente comprendo con horror, que en realidad no
tengo idea de literatura? Hasta hace bastante poco pensaba con bastante más
calma, que tampoco tenía idea de política, salvo saber de qué lado estoy, pero
eso es inescapable. Como cuando hace pocos días Daniel Gedda Nuño gana la
presidencia de la FEUC y nos decimos esto, cómo pasó, y quiénes son estos
jóvenes que llamamos el futuro de Chile. Porque después de acontecimientos como
ese, quizás podamos mirar de otra manera al futuro. Y mirarlo de otra nueva
manera, desde la izquierda, o desde la zurda, como dice el Papa.
Si todas
las novelas son políticas, esta novela lo es doblemente, porque habla de los
años de la fiesta, del triunfo de la Unidad Popular en Chile y el mítico
retorno de Perón en Argentina. Y después, el estallido, el bombardeo de La
Moneda, con todas sus consecuencias. Pero antes hay un insonorizado espacio de
banderas rojas, de amores rojos, de tomas de terrenos donde se multiplican las
poblaciones, y muchas tomas más, y el pelo largo y pantalones pata de elefante,
y la llegada del profético LSD y el primer vuelo con marihuana.
Nosotros
tuvimos alrededor de veinte años en Latinoamérica cuando ser joven era más
peligroso que nunca, y no lo sabíamos. Y tuvimos esa edad cuando todo era
inmensamente nuevo, y sin calcular (lo cual demuestra la ingenuidad de nuestros
cerebrales líderes) que estábamos en el umbral de una pesadilla que duraría
demasiado, una pesadilla de la que intentaríamos, pero no podríamos despertar.
Digamos
que a fines de los 60 y principios de los 70, era la época de Palomita Blanca y
El Chacal de Nahueltoro, y se hablaba del Che y se escuchaba la palabra
revolución en todas partes. Era el minuto cero del “Hemos dicho Basta, y echado
a andar”.
Eran
tiempos inflamables, y los personajes de Isabel Hernández iban y venían de
Chile a Argentina, y eran más o menos perfectamente revolucionarios, y se
amaban y se desamaban, y nada de eso podría ser olvidado.
Si todos
los libros de Isabel son políticos, “El tiempo que nos pertenece es su libro
más político”: yo creo que es la novela que quiso escribir toda su vida.
Entonces del lado literario, yo sólo diría que el estado del arte de su novela
es su perseverancia y más perseverancia. Su cuidado de cada frase, de cada
palabra y cada párrafo, con una artística deliberación, y todo esto en el
entendido de que cada texto contiene su propia velocidad y que los textos de
Isabel pueden ir a veces a 100 por hora.
Enrique
Vila-Matas tuvo la desobediencia de decir que después de todo, la historia no
es lo que verdaderamente importa, que un par de siglos de cultivar la obsesión
anglosajona por la historia y la trama, nos ha ocultado que lo que más importa
es el cómo sucedió y cómo se cuenta. Ante estas posiciones extremas, y por
razones se diría éticas, o zurdas, Isabel Hernández no se ha radicalizado en el
sistema Vila-Matas, lo cual le hace muy bien, y sabe lo que quiere contar y
trabaja en el terreno del estilo con un exigente sentido estético.
Con frases
que nunca van a ser pretenciosas. Y de repente decir: “Regresé a Argentina para
encerrarme en las minúsculas proporciones de una especie de patria portátil”.
Porque esta novela dialoga con muchas novelas.
Yo creo
que este libro no es de los que borra el tiempo. Porque habla de un nosotros, a
partir de una primera persona, la de la inventada escritora Julia Guillén,
narradora de esta ficción que suplanta, con gran paralelismo, a la realidad.
Porque lo personal es político, como decía, feministamente, Kate Millet.
En una entrevista reciente, Isabel dijo algo que me deslumbró: “Yo creo que
últimamente complica mucho más la voz femenina que la voz feminista”.
Isabel es
interminable. Desde que nació en la aristocracia obrera argentina (su papá fue
un gran dirigente sindical peronista), le han pasado más cosas que al Conde de
Saint Germain. Cosas tremendas y cosas tremendamente cómicas. Entre ellas vivir
en Santiago casi 25 años. Y ese es el espíritu que flota entre líneas en este
libro, una hipótesis de recuento, unas ganas de contarlo todo.
A todos
nos gustan los cuentos que terminan bien, y también aquellos libros de los que
salimos llorando, como en las buenas películas. Y hay finales abiertos,
circulares, que terminan de construir o destruir los lectores.
Les voy a
leer un breve párrafo final, uno de los finales de “El tiempo que nos
pertenece”. Porque bueno, este tiempo que estamos viviendo hoy, también nos
pertenece:
“Como
no hay historias sin acertijos ni contradicciones sin sombras ni fallos, lo
mismo en las reales que en las inventadas -escribe Isabel Hernández-, pensé que
en todo lo vivido y relatado había algo innombrable que no había muerto, y que
nos unía a mí y a Bruno desde hacía mucho, desde siempre, desde aquel tiempo
que llegó a pertenecernos a ambos. Miré a Gonzalo a los ojos, le sonreí y
agradecí íntimamente su existencia. El sol comenzó a retirarse lentamente, con
cierta solemnidad”.
Literatura de madres / literatura de hijas
Sobre «El tiempo que nos pertenece» de Isabel Hernández y «La resta» de Alia Trabucco Zerán
Por Rodrigo Hidalgo -
19 de Noviembre de 2015
Creo que fue Alejandro Zambra quien en su libro Formas de volver a casa
instaló, acaso sin querer queriendo, las bases de lo que ahora en los
circuitos académicos se llama «literatura de los padres» y «literatura
de los hijos», para referirse a los temas y procedimientos de dos
generaciones marcadas en distintas direcciones por el flagelo de la
dictadura.
Casualidad o causalidad, en mi velador se han dado cita dos libros que bien podrían ser un giro de género, el retruécano necesario para desde el lenguaje combatir el machismo arraigado en este país y en su literatura. Se trata de El tiempo que nos pertenece de Isabel Hernández (Ceibo Ediciones) y La resta de Alia Trabucco Zerán (Tajamar Editores), novelas que bien podrían ser literatura de madres la una y «literatura de hijas» la otra.
Veamos pues.
Fui invitado a presentar el libro de Isabel Hernández sin conocerla a ella ni a su obra. La novela de esta escritora argentina me estremeció como la canción de Silvio Rodríguez:
Pero sabemos que a final de cuentas ser joven es básicamente vivir el paso de la infancia a la adultez, y en la novela de Isabel Hernández asistimos al cruento testimonio de cómo vivieron esa tragedia muchas jóvenes, que se hicieron madres en las peores circunstancias, atravesadas por la muerte. Una juventud perseguida, desaparecida, sin espacio ni tiempo para conocerse siquiera con sus propios hijos e hijas.
La novela transcurre a ambos lados de la cordillera. La protagonista es una mujer en la flor de la vida, emancipada, autónoma. Es un libro que en algún sentido podría haber escrito mi madre. Pido perdón por llevar el asunto a un terreno tan personal, biográfico. Pero de verdad es muy difícil para uno salir de ese terreno. Por eso esto no pretende ser una crítica si no un mero comentario. Es difícil porque uno encuentra tantas similitudes, tantas alusiones a sucesos que uno conoció en carne propia. Yo viví como niño exiliado en la Argentina de Alfonsín, que salvando las distancias fue como el Chile de Aylwin. La medida de lo posible. El breve preámbulo al más descarado véndanlo todo. En fin. Por eso el libro me gana de entrada. Me atrapa. Me lleva al Buenos Aires de mi infancia. Es como oír a mi propia madre y a esas madres sustitutas, las tías, las compañeras de lucha que nos cuidaban cuando papá y mamá cumplían funciones revolucionarias o de resistencia. Mis madres cruzando la cordillera una y otra vez bajo el efluvio excitante de la revolución, siguiéndole la huella a un padre con muchos rostros y nombres falsos, los padres clandestinos, perseguidos, desaparecidos. Mis madres en el Chile del triunfo de la UP, en el asesinato de Prats, en el tanquetazo. Mis madres en la matanza de Ezeiza en junio del 73 cuando el general Perón volvió a la Argentina, en la retirada de la izquierda el 1 de Mayo del 74, poco antes de la muerte del populista líder. Mis madres huyendo del Golpe acá y luego del Golpe allá. Mis madres justo en esos momentos pariéndonos, a mis hermanas, a mis primos, a nosotros mismos. Tan parecidos los muertos a uno y otro lado de la cordillera. Tantas cosas las que nos hermanan más allá de las fronteras. La larga y dispersa familia de las víctimas de las dictaduras.
Son todas ellas. Mis madres están a todo color en este libro, mostrando la intimidad de la militancia, con sus discusiones internas, sus complejidades éticas, sus dogmatismos, su machismo al que no se sabe cómo enfrentar. Sin remilgos, con el dolor o la vergüenza de estar mostrando una herida, mis madres en este libro exponen las contradicciones de aquellos años en que tomar una sopa Knorr podía ser un gesto burgués, en que usar un vestido coqueto era mal visto en una compañera comprometida, en que marchar o no marchar te podía costar la vida. El amor, la pasión, el miedo.
Pienso en este asunto de la «literatura de madres» versus la «literatura de hijas», y sucede que El tiempo que nos pertenece es una novela escrita en o desde el tiempo no de ser padres o hijos, ni madres o hijas, sino simplemente jóvenes. Jóvenes, o incluso niñas. Porque seguimos siendo niños a pesar de los años, las canas, los muertos, los hijos. Y eso es gracias a que escribimos. Porque escribí estoy vivo, dice Lihn. Y eso está patente también, vivo y hermosamente vivo en este libro. Es una novela sobre el descubrimiento de la escritura como ejercicio más allá de la memoria y del testimonio. Es la historia de alguien que elige vivir, alguien que encuentra más allá y más acá de los libros, sentido a la vida en la sonrisa de su propio hijo. Aunque le haya legado un fantasma por padre y un dolor insondable y sempiterno en la mirada. Y eso yo no puedo sino celebrarlo, desde adentro de mi propia biografía, desde la que escribimos todos quienes hemos sido hijos o hijas, desde la de nuestros padres y madres, y de cara a la de nuestra propia descendencia. Literatura de madres. Por mero y porfiado amor a la vida.
Por otro lado tenemos a La resta, de Alia Trabucco Zerán, el primer libro de su autora. Una novela en la que se intercalan dos voces que bien podrían ser mis primos. Niñas y niños que se enfrentan a las siniestras formas oblicuas de la muerte: el daño, la herencia. No ser criado por tu padre sino por los compañeros de lucha de tu padre, madres sustitutas, abuelas. Esa larga familia, ya lo dijimos. Ser joven entonces y saber por ejemplo que tu tío fue quien bajo tortura entregó el nombre de tu padre, porque nadie resiste la tortura. O que fue tu madre quien abrió la boca en el momento menos oportuno y por eso tu prima, con la que te criaste, no puede mirarte a los ojos. El daño, la herencia. Comprender los filos de la palabra traición. Un ácido corroyéndolo todo. Cuántos primos no ha visto uno soportar el peso de sus biografías, de las de sus padres. Y digo soportar pero yerro, porque lo que quiero decir es no soportar, es sucumbir. Hijos suicidas, hijos enloquecidos, hijas empastilladas, hijas desbarrancándose, presas frágiles de la desesperación, perseguidos por el fantasma del fracaso permanente de la vida. Uno ha visto a tanta hermana y hermano sin poder levantarse, abrazados y abrazadas a cualquier bandera absurda, como quien se aferra a cualquier madero para no hundirse, perdiendo la razón en este mundo infame, de cotidianas injusticias y vejaciones, que nos condena a una existencia de zombies. Es una habilidad cruel la de Alia Trabucco, que imposta la voz de dos jóvenes cual más dañado que el otro, uno preso de un delirio o sinrazón de cálculo y matemática, y la otra presa del infinito absurdo del lenguaje y la palabra. Uno cuenta cadáveres, la otra los narra. Ambos heridos hasta en la relación con sus propios cuerpos, ambos con las psiquis desestabilizadas, ambos sumergidos en confusas búsquedas sexuales. No poder entender el amor, no poder creer en él. Eso es lo que nos volvió unos desequilibrados sentimentales. La penetración y profundidad sicológica del hijo dañado es la más notoria pretensión escritural de Alia, que busca en el personaje de Felipe acaso exorcizar tanto fantasma, tanto dolor. Me interpreta y duele el libro de Alia:
Se supone que la literatura de hijos o hijas es la que escribimos quienes vivimos la infancia y adolescencia en dictadura, quienes fuimos universitarios desencantados durante los 90s y su narcotización consumista, y nos hicimos adultos de cara a este nuevo milenio de existencia más virtual que otra cosa. Desarraigados y escépticos, criados en el ejercicio de asumir una rotunda y sangrienta derrota, testimoniamos nuestra posmoderna condición de jóvenes sin militancia alguna, de niños ya demasiado viejos buscando un territorio firme donde hacer pie.
Es preciso terminar de lanzar palabras al viento. No he querido contar el final del cuento, revelar demasiado. Pero creo siempre que sí lo he hecho. Se trata de contagiar el entusiasmo, nada más que eso. El libro de Alia ha sido reseñado con más entusiasmo por la crítica que el de Isabel. Pero suponemos que todo a su tiempo. Aunque nunca se sabe. País machista. País donde es difícil ser mujer y aún más ser mujer y escribir. Sólo puedo desde mi condición de hombre declararme feliz y agradecido de haber conocido a estas mujeres. Son dos hermosas novelas. En ambos libros hay escenas memorables, de humor incluso, de terrible belleza, escenas de amor y desencuentro entre madres e hijas, padres e hijos. Pienso incluso que podrían cruzarse: la historia de Julia (en la novela de Isabel) bien podría encontrarse con la de Consuelo (en el libro de Alia), sus respectivos hijos, Ignacio e Iquela, serían amigos, primos. En fin. No puedo si no recomendarlas ambas, ojalá las dos juntas, tal como me tocó leerlas en esta primavera alérgica y odiosa. Vaya y adquiéralas, lectora imaginaria. Descúbralas, mire que si usted lee o escucha por ahí que se habla de la prometedora producción literaria femenina chilena, puf, se puede perder, porque hay tanta señora y señorita escribiendo libros que no les llegan ni a los talones a estas dos, puras novelas sin ovarios, con mucha menos valentía y mucha más propaganda. No, en El tiempo que nos pertenece de Isabel Hernández (Ceibo Ediciones) y La resta de Alia Trabucco Zerán (Tajamar Editores) hay mucho más que buena literatura de madres y/o de hijas.El Guillatún.
Casualidad o causalidad, en mi velador se han dado cita dos libros que bien podrían ser un giro de género, el retruécano necesario para desde el lenguaje combatir el machismo arraigado en este país y en su literatura. Se trata de El tiempo que nos pertenece de Isabel Hernández (Ceibo Ediciones) y La resta de Alia Trabucco Zerán (Tajamar Editores), novelas que bien podrían ser literatura de madres la una y «literatura de hijas» la otra.
Veamos pues.
Fui invitado a presentar el libro de Isabel Hernández sin conocerla a ella ni a su obra. La novela de esta escritora argentina me estremeció como la canción de Silvio Rodríguez:
Me estremecieron mujeres
que la historia anotó entre laureles
y otras desconocidas gigantes
que no hay libro que las aguante.
La trama de El tiempo que nos pertenece podría ser resumida
como la historia de un amor imposible en tiempos de revolución. Pero
creo que semejante reduccionismo no contribuye sino a mantener el sesgo
de género: de qué otra cosa si no escriben las mujeres. No. Es una
novela narrada en primera persona por una mujer que fue joven durante
esos «locos años 70». Una joven que, como todos quienes fueron jóvenes
entonces, soñaron y lucharon y bailaron y se amaron porque iban a
cambiar el mundo. Cuando el Ché con su sola existencia encendía la
sangre de cualquier joven con sangre en las venas, y aún no era una mera
polera estampada. Los años de ser joven, cuando se es dueño del tiempo.que la historia anotó entre laureles
y otras desconocidas gigantes
que no hay libro que las aguante.
Pero sabemos que a final de cuentas ser joven es básicamente vivir el paso de la infancia a la adultez, y en la novela de Isabel Hernández asistimos al cruento testimonio de cómo vivieron esa tragedia muchas jóvenes, que se hicieron madres en las peores circunstancias, atravesadas por la muerte. Una juventud perseguida, desaparecida, sin espacio ni tiempo para conocerse siquiera con sus propios hijos e hijas.
La novela transcurre a ambos lados de la cordillera. La protagonista es una mujer en la flor de la vida, emancipada, autónoma. Es un libro que en algún sentido podría haber escrito mi madre. Pido perdón por llevar el asunto a un terreno tan personal, biográfico. Pero de verdad es muy difícil para uno salir de ese terreno. Por eso esto no pretende ser una crítica si no un mero comentario. Es difícil porque uno encuentra tantas similitudes, tantas alusiones a sucesos que uno conoció en carne propia. Yo viví como niño exiliado en la Argentina de Alfonsín, que salvando las distancias fue como el Chile de Aylwin. La medida de lo posible. El breve preámbulo al más descarado véndanlo todo. En fin. Por eso el libro me gana de entrada. Me atrapa. Me lleva al Buenos Aires de mi infancia. Es como oír a mi propia madre y a esas madres sustitutas, las tías, las compañeras de lucha que nos cuidaban cuando papá y mamá cumplían funciones revolucionarias o de resistencia. Mis madres cruzando la cordillera una y otra vez bajo el efluvio excitante de la revolución, siguiéndole la huella a un padre con muchos rostros y nombres falsos, los padres clandestinos, perseguidos, desaparecidos. Mis madres en el Chile del triunfo de la UP, en el asesinato de Prats, en el tanquetazo. Mis madres en la matanza de Ezeiza en junio del 73 cuando el general Perón volvió a la Argentina, en la retirada de la izquierda el 1 de Mayo del 74, poco antes de la muerte del populista líder. Mis madres huyendo del Golpe acá y luego del Golpe allá. Mis madres justo en esos momentos pariéndonos, a mis hermanas, a mis primos, a nosotros mismos. Tan parecidos los muertos a uno y otro lado de la cordillera. Tantas cosas las que nos hermanan más allá de las fronteras. La larga y dispersa familia de las víctimas de las dictaduras.
Son todas ellas. Mis madres están a todo color en este libro, mostrando la intimidad de la militancia, con sus discusiones internas, sus complejidades éticas, sus dogmatismos, su machismo al que no se sabe cómo enfrentar. Sin remilgos, con el dolor o la vergüenza de estar mostrando una herida, mis madres en este libro exponen las contradicciones de aquellos años en que tomar una sopa Knorr podía ser un gesto burgués, en que usar un vestido coqueto era mal visto en una compañera comprometida, en que marchar o no marchar te podía costar la vida. El amor, la pasión, el miedo.
Pienso en este asunto de la «literatura de madres» versus la «literatura de hijas», y sucede que El tiempo que nos pertenece es una novela escrita en o desde el tiempo no de ser padres o hijos, ni madres o hijas, sino simplemente jóvenes. Jóvenes, o incluso niñas. Porque seguimos siendo niños a pesar de los años, las canas, los muertos, los hijos. Y eso es gracias a que escribimos. Porque escribí estoy vivo, dice Lihn. Y eso está patente también, vivo y hermosamente vivo en este libro. Es una novela sobre el descubrimiento de la escritura como ejercicio más allá de la memoria y del testimonio. Es la historia de alguien que elige vivir, alguien que encuentra más allá y más acá de los libros, sentido a la vida en la sonrisa de su propio hijo. Aunque le haya legado un fantasma por padre y un dolor insondable y sempiterno en la mirada. Y eso yo no puedo sino celebrarlo, desde adentro de mi propia biografía, desde la que escribimos todos quienes hemos sido hijos o hijas, desde la de nuestros padres y madres, y de cara a la de nuestra propia descendencia. Literatura de madres. Por mero y porfiado amor a la vida.
Por otro lado tenemos a La resta, de Alia Trabucco Zerán, el primer libro de su autora. Una novela en la que se intercalan dos voces que bien podrían ser mis primos. Niñas y niños que se enfrentan a las siniestras formas oblicuas de la muerte: el daño, la herencia. No ser criado por tu padre sino por los compañeros de lucha de tu padre, madres sustitutas, abuelas. Esa larga familia, ya lo dijimos. Ser joven entonces y saber por ejemplo que tu tío fue quien bajo tortura entregó el nombre de tu padre, porque nadie resiste la tortura. O que fue tu madre quien abrió la boca en el momento menos oportuno y por eso tu prima, con la que te criaste, no puede mirarte a los ojos. El daño, la herencia. Comprender los filos de la palabra traición. Un ácido corroyéndolo todo. Cuántos primos no ha visto uno soportar el peso de sus biografías, de las de sus padres. Y digo soportar pero yerro, porque lo que quiero decir es no soportar, es sucumbir. Hijos suicidas, hijos enloquecidos, hijas empastilladas, hijas desbarrancándose, presas frágiles de la desesperación, perseguidos por el fantasma del fracaso permanente de la vida. Uno ha visto a tanta hermana y hermano sin poder levantarse, abrazados y abrazadas a cualquier bandera absurda, como quien se aferra a cualquier madero para no hundirse, perdiendo la razón en este mundo infame, de cotidianas injusticias y vejaciones, que nos condena a una existencia de zombies. Es una habilidad cruel la de Alia Trabucco, que imposta la voz de dos jóvenes cual más dañado que el otro, uno preso de un delirio o sinrazón de cálculo y matemática, y la otra presa del infinito absurdo del lenguaje y la palabra. Uno cuenta cadáveres, la otra los narra. Ambos heridos hasta en la relación con sus propios cuerpos, ambos con las psiquis desestabilizadas, ambos sumergidos en confusas búsquedas sexuales. No poder entender el amor, no poder creer en él. Eso es lo que nos volvió unos desequilibrados sentimentales. La penetración y profundidad sicológica del hijo dañado es la más notoria pretensión escritural de Alia, que busca en el personaje de Felipe acaso exorcizar tanto fantasma, tanto dolor. Me interpreta y duele el libro de Alia:
… porque el que diga que no veía los reencuentros miente, si por eso
termino [yo] yendo a buscar muertas ajenas, porque me criaron viendo a
Don Francisco decirle a la señora Juanita: le tenemos una buena noticia
amiga mía, su hijo… y ¡chachán! aparecía el hijo Andrés nada más y nada
menos que en los estudios de Canal 13, y la gente se emocionaba y la
vieja no daba más y el puchero se imprimía firme en la cara de mi abuela
y entonces lloraba y lloraba…
El telón de fondo es este Santiago donde llueven cenizas volcánicas,
metáfora de un país gris, donde huele a quemado, donde se perpetra
cotidianamente todo tipo de crímenes contra la memoria, contra la
justicia, contra la humanidad. Volcanes, aluviones, terremotos. Si hasta
parece que la tierra misma quisiera ser la metáfora de un omnímodo
poder destructor ensañado con este suelo. [Nota de lectura: imposible no
escuchar el eco del acá también comentado Los restos
de Betina Keizman, las cenizas cubriéndolo todo.] Chile: un lugar donde
se pierden las cuentas, y no se sabe cuántos somos los vivos ni cuántos
son los muertos.Se supone que la literatura de hijos o hijas es la que escribimos quienes vivimos la infancia y adolescencia en dictadura, quienes fuimos universitarios desencantados durante los 90s y su narcotización consumista, y nos hicimos adultos de cara a este nuevo milenio de existencia más virtual que otra cosa. Desarraigados y escépticos, criados en el ejercicio de asumir una rotunda y sangrienta derrota, testimoniamos nuestra posmoderna condición de jóvenes sin militancia alguna, de niños ya demasiado viejos buscando un territorio firme donde hacer pie.
Es preciso terminar de lanzar palabras al viento. No he querido contar el final del cuento, revelar demasiado. Pero creo siempre que sí lo he hecho. Se trata de contagiar el entusiasmo, nada más que eso. El libro de Alia ha sido reseñado con más entusiasmo por la crítica que el de Isabel. Pero suponemos que todo a su tiempo. Aunque nunca se sabe. País machista. País donde es difícil ser mujer y aún más ser mujer y escribir. Sólo puedo desde mi condición de hombre declararme feliz y agradecido de haber conocido a estas mujeres. Son dos hermosas novelas. En ambos libros hay escenas memorables, de humor incluso, de terrible belleza, escenas de amor y desencuentro entre madres e hijas, padres e hijos. Pienso incluso que podrían cruzarse: la historia de Julia (en la novela de Isabel) bien podría encontrarse con la de Consuelo (en el libro de Alia), sus respectivos hijos, Ignacio e Iquela, serían amigos, primos. En fin. No puedo si no recomendarlas ambas, ojalá las dos juntas, tal como me tocó leerlas en esta primavera alérgica y odiosa. Vaya y adquiéralas, lectora imaginaria. Descúbralas, mire que si usted lee o escucha por ahí que se habla de la prometedora producción literaria femenina chilena, puf, se puede perder, porque hay tanta señora y señorita escribiendo libros que no les llegan ni a los talones a estas dos, puras novelas sin ovarios, con mucha menos valentía y mucha más propaganda. No, en El tiempo que nos pertenece de Isabel Hernández (Ceibo Ediciones) y La resta de Alia Trabucco Zerán (Tajamar Editores) hay mucho más que buena literatura de madres y/o de hijas.El Guillatún.
Licenciado
en Comunicación Social, Licenciado en Educación y Profesor de Educación
Media en Lengua Castellana y Comunicación. Actualmente dirige el Centro
Cultural Manuel Rojas y es Coordinador del Área Literatura en Balmaceda
Arte Joven. Se ha desempeñado como profesor, periodista, crítico
literario, editor y gestor cultural. Es autor de la novela Desafinan con el frío (Ed. La Calabaza del Diablo, 2013).
Palabras de Rodrigo Hidalgo (escritor y periodista) para el mismo evento
La mirada a la intimidad de la militancia. Sin remilgos, las
contradicciones de aquellos años en que tomar una sopa Knorr podía ser un gesto
burgués, en que marchar o no marchar te podía costar la vida. Los sucesos, los
hitos. En Chile el triunfo de la UP, el asesinato de Prats, el tanquetazo. En
Argentina la matanza de Ezeiza en junio del 73 al regreso del general Perón, la
retirada de la izquierda el 1 de Mayo del 74, poco antes de la muerte de
populista líder. El amor, la pasión, el miedo. Es un libro emocionante, que nos
lleva a esos años en que ser joven era sentir que se era dueño del tiempo.
Pero necesito echarme atrás. Mirar con algo de distancia.
Desde “mi” más acá.
Hace algunos días, un colega escritor que se ha radicado en
Argentina, desde que Piñera cerrara acá el diario donde se ganaba el sustento,
publicó un artículo en el que entre otras cosas se preguntaba qué quiere decir
la crítica literaria cuando habla de la literatura de los hijos. Por cierto
estaba reclamando profundidad en el análisis, puesto que es muy obvio a qué se
llama literatura de los hijos. Es la que escribimos quienes vivimos infancia y
adolescencia en dictadura, quienes fuimos universitarios desencantados durante
los 90s y su narcotización consumista, y nos hicimos adultos de cara a este
nuevo milenio de existencia virtual. Dinosaurios, digo yo a estas alturas. Y
nuestros padres y hermanos mayores me miran cuando digo eso. ¿Dinosaurios? Yo
me siento un dinosaurio porque conocí la vida cuando no había teléfono en casa.
Tuve una infancia de niño exiliado en Buenos Aires, y para hacer las tareas, me
reunía con los compañeritos de curso. En la plaza a las 5, era en la plaza a
las 5. No había teléfonos ni en casa ni mucho menos celular. Era otro planeta y
otro mundo. Si eso me pasa a mí, que tengo apenas 40 años, ¿qué puede pasarle a
mi padre, a mi madre, a mis tíos, primas, hermanos y hermanas mayores?
Se habla hoy en día, de la literatura de los padres. La de
quienes conocieron la UP. La de quienes vivieron la juventud desbordada de
sueños en los locos años 70s. Que estaban en la flor de la vida cuando el Che
vivía y con su sola existencia encendía la sangre de cualquier joven con sangre
en las venas. Cuando el Che no era una mera polera estampada.
No es fácil pensar ahora y con esa perspectiva, una
literatura de los padres. Es cruel, de partida, porque en rigor es literatura
de hijos también. Es la literatura de jóvenes perdiendo el aliento en la persecución
a que son sometidos. Es literatura de hijos que apostaron a cambiar el mundo.
La poeta Elizabeth Neria pregunta en un poema ¿se acuerda compañero, cómo
cogíamos en la revolución? Una banda sonora que ya quisieran los jóvenes de
hoy, resignados a conformarse con disc-jokeys que simplean remixes y covers.
El libro de Isabel Hernández me ha llevado a mi más temprano
Buenos Aires, ciudad querida, y a una la Argentina que no conocí sino de
rebote, porque nací el mismo día del Golpe. El Golpe allá. Por eso me he
permitido hablar en un tono tan personal. Pido disculpas. Pero sí, es también una
Argentina que conocí, que duele, la de Jean Franco Pagliaro, la de la
democracia falseando la historia. Tan parecidos los muertos a uno y otro lado
de la cordillera. Hay autores que han trabajado sobre esta peculiar relación
entre chilenos y argentinos. Son tantas las cosas que nos hermanan. Me ha
conmovido profundamente, un libro testimonial en algún sentido, pero que
entrega mucho más. Porque “El tiempo que nos pertenece”, es el tiempo de no ser
ni padres ni hijos, sino simplemente jóvenes. Jóvenes, o incluso niños. Porque
seguimos siendo niños a pesar de los años, las canas, los muertos, los hijos. Y
eso es gracias a que escribimos. “Porque escribí estoy vivo”, dice Lihn. Y eso
está patente también, vivo y hermosamente vivo, en este libro.
Por último, y para volver al libro mismo a propósito de si
es literatura de padres o de hijos. Me pregunto: ¿qué literatura sería entonces
una escrita por esta mujer, madre de un niño que tiene hoy mi edad y cuyo padre
es de alguna retorcida manera, un muerto más en la larga lista de muertos de la
dictadura chilena y argentina? ¿Qué pasa si el padre no quiere conocer al hijo,
o si el hijo no puede conocer al padre? ¿Y no es cierto aquello de que más
temprano que tarde todos debemos de alguna manera matar al padre, matar a la
madre? En fin, divago. Esta historia es la de alguien que elige vivir, alguien
que encuentra más allá y más acá de los libros, sentido a la vida en la sonrisa
de su propio hijo. Y eso yo no puedo sino celebrarlo, desde adentro de mi
propia biografía, desde la que escribimos todos quienes hemos sido hijos, desde
la de nuestros padres y madres, y de cara a la de nuestros propia descendencia.
Por mero y porfiado amor a la vida.
Acceder a la novela en: www.editarx.es
e-DitARX
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24symbols
Premios literarios y Antecedentes académicos
PREMIOS LITERARIOS
Isabel Henández ha recibido numerosos reconocimientos literariosinternacionales:
El Primer Premio Editorial Ábaco, Madrid-España; X Certamen Internacional Contextos-Secretaría de Cultura de la
Nación Argentina; I y III Concurso Internacional Leopoldo Marechal,
Buenos Aires; IV Certamen Internacional Premis Constantí,
Tarragona-España; ESPACIO Y, Buenos Aires y LAGUNAS-ArsCreatio,
Valencia-España; I Certamen Internacional de Relatos Breves:
e-DitARX, Madrid, 2014; XV Concurso Literario Nacional de Vitamayor:
“Con las palabras un cuento”, Municipalidad de Vitacura, Chile, 2014;
Primer Concurso Internacional de Microrrelatos Épicos, Madrid-España,
2014; I Concurso "Los pueblos originarios en Ciento40 caracteres",
Temuco, Chile, 2014; Concurso Internacional de Narrativa.
Homenaje a Ernest Hemingway, ArtGerust, Madrid, España, marzo de
2015; Concurso Internacional de Prosa: "La belleza en 1000 palabras”
- CIINOE/ COMOARTES: Cátedra Iberoamericana Itinerante de
Narración Oral Escénica (CIINOE) y Ediciones COMOARTES,
Madrid-España, abril 2015; I Certamen Internacional de Relatos de
Amor, Ediciones "Relatos como Espadas”, Madrid, España, marzo
de 2015; Concurso Internacional de Microrrelatos de la Concejalía
de Bibliotecas Públicas Municipales del Ayuntamiento de Godella,
Valencia-España, abril, 2015; I Concurso Internacional de Micro
Cuentos Talento-Comunicación Ediciones, Madrid, España, abril
2015; seleccionada entre los tres mejores relatos del Certamen
Internacional Bilingüe de la Hispanic Culture Review de la George
Mason University (por haber sido publicado en España, en formato
digital, sin consentimiento de la autora, no pudo ser premiado),
Virginia-Estados Unidos, abril 2015; XXX Concurso Literario
Internacional Villa de Montefrío, Granada-España, 2011;
Certamen Internacional: La Esfera Cultural, Madrid-España,
abril 2015; I Certamen Mundial de Excelencia Literaria, MP-Literacy
Edition, Seattle-USA, junio 2015; Concurso Internacional Biblioteca
FIMBA, Orlando-USA, agosto 2015; CONCURSO INTERNACIONAL DE HIPERMICROFICCIÓN NARRATIVA “Garzón Céspedes” 2015,
Ediciones COMOARTES, Madrid-México D.F., septiembre, 2015;
XIV versión de "Santiago en 100 Palabras", octubre 2015; Certámenes Anuales
Mis Escritos (14º Internacional de Cuento), Biblioteca Nacional Argentina,
Buenos Aires, octubre 2015 y XVI Concurso Literario Nacional
de Vitamayor: “Con las palabras un cuento”, Municipalidad
de Vitacura, Santiago de Chile, octubre 2015.
CONCURSO NACIONAL DE RELATOS “Confieso que he vivido”, SENAMA,
Ministerio de Desarrollo Social, Santiago de Chile, octubre 2016.
ANTECEDENTES ACADEMICOS
Isabel Hernández fue investigadora de carrera del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET-Argentina), con sede en el “Instituto Paulo Freire” de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Rosario, Argentina. Directora de proyectos de investigación sobre el método BI-ALFA (Bi-alfabetización en diversas lenguas indígenas de América), su marco teórico y su impacto en varios países de aplicación, en la Región.
Fue funcionaria del Centro Latinoamericano de Demografía, CELADE, perteneciente a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (ECLAC-CEPAL), categoría L 5- S-VIII, con el cargo de Oficial Principal de Asuntos de Población y Directora del Proyecto Regional de Bi-alfabetización en Temas de Población, Desarrollo, Medio Ambiente, Género y Salud Reproductiva. La Dirección del Programa involucró comunidades etno-lingüísticas y países (las beneficiarias son, mayoritariamente, mujeres indígenas): MEXICO-Chiapas: T’zeltal y T’zotzil; GUATEMALA-Huehuetenango y San Marcos: Mam y Q’anjob’al; PERU-Frontera con Ecuador: Aguaruna-Huambisa; PERU-Cusco-Huancavelica: Quechua; BOLIVIA - Potosí y Chuquisaca: Quechua; PARAGUAY-Itapúa-Cordillera y Caaguazú: Guaraní; CHILE-IX Región de la Araucanía: Mapuche; y ARGENTINA – Mgya Guaraní en Misiones y Mapuche en Neuquén.
El Modelo teórico denominado BI-ALFA se encuentra en la base del aprendizaje exitoso y del cumplimiento de las metas de este Proyecto Regional. Constituye un marco conceptual y metodológico innovador que conjuga, en forma trans-disciplinaria, varios enfoques y materias (análisis demográfico; etnografía y antropología social; lingüística; comunicación, pedagogía; economía; sicología; análisis de bio-diversidad y ciencias de la salud). Los equipos de especialistas (consultores) que se desempeña tanto en la sede de CELADE-CEPAL (Chile), como en las diversas Unidades Técnico-Operativas (UTOs) de cada país, son interdisciplinarios y supervisados por la Directora del Proyecto Regional. Este enfoque trans-disciplinario, se aplica tanto en las investigaciones de base, como en el diseño del método y los materiales didácticos, la implementación, el seguimiento y la evaluación de cada Programa Nacional Se ha aplicado con éxito en 11 lenguas de diferente origen y de contextos culturales diversos. Las fuentes regionales y locales de información estadística oficial, muestran un descenso de las tasas de fecundidad, embarazo adolescente y morbi-mortalidad materna e infantil; así como un aumento de la atención prenatal, detección de embarazos de riesgo y mayor organización comunitaria (de hombres y mujeres). Estos avances se perciben (según los casos) a partir de los cuatro o cinco años que comienza a aplicarse el Programa Nacional de BI-ALFA (Véase el Caso BOLIVIA-Premio Internacional UNESCO-Año 2000).
El modelo Bi-alfa ya ha sido considerado oficial, se ha institucionalizado y se ha extendido a todo el país en cuatro casos: Guatemala, Paraguay, Bolivia y Argentina.
VISITAR SITIO WEB: www.cepal.org/bialfa/
Asimismo, fue funcionaria del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA-FNUAP)-Categoría L-5 - Asesora en Investigación Sociocultural (ISC) en Población, del Equipo de Apoyo Técnico del FNUAP para América Latina y El Caribe (EAT-FNUAP-ALC), con la asistencia institucional de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Durante siete años , esta Asesoría Regional consistió en ofrecer asistencia técnica a veinticuatro gobiernos de la región a través de las más diversas dependencias gubernamentales (generalmente de los sectores de Género, Salud y Educación, de niveles centrales y/o descentralizadas y en especial los de toma de decisión), organismos no-gubernamentales e instituciones académicas de América Latina y el Caribe, a través de misiones técnicas realizadas en todos los países de la región, y del seguimiento a los distintos programas o proyectos, efectuado desde la sede de Santiago de Chile.
Fue Directora del Área Socio-antropológica del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El Área contaba en ese período con doce proyectos de investigación y veinticinco docentes e investigadores. Profesora Titular de la Universidad de Buenos Aires (CEA‑UBA). Coordinadora de la Cátedra Abierta de Estudios Americanistas sobre "Evolución y Cultura": Rectorado de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investigadora Independiente de la Carrera del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con sede académica en el CEA‑UBA. Directora del Proyecto: "Sociedad Indígena, Género e Identidad Cultural: Estudio de los Procesos Económicos, Políticos y Socioculturales Autogestionarios, en la Comunidad Mapuche de Los Toldos-Provincia de Buenos Aires-Argentina". Miembro del Comité Ejecutivo del International Council for Adult Education (ICAE), sede Toronto, Canadá, en representación de América Latina y el Caribe (Ciento cuatro ONGs. de Educación de Adultos y Educación Popular de toda la región, asociadas al ICAE). Secretaria General del Consejo Latinoamericano de Educación de Adultos (CEAAL), sede Argentina. Coordinadora General de la III Asamblea Mundial de Educación de Adultos (ICAE‑CEAAL‑Buenos Aires, 1985). Directora del Centro Interdisciplinario de Docencia e Investigación Artes y Ciencias, e Investigadora Principal de dicho Centro en el Proyecto: "Conciencia Etnica y Educación de Mujeres Indígenas", auspiciado por el International Development Research Centre (IDRC). Funcionaria de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), sede Buenos Aires-Argentina, en el Area Rural e Indígena del Proyecto: "Educación y Desarrollo para América Latina y El Caribe" (CEPAL/UNESCO/PNUD). Consultora de UNESCO en el Sub‑Proyecto: "Estructura Social y Educación de Mujeres Rurales en el Ecuador", del Proyecto: Educación y Desarrollo para América Latina y El Caribe (CEPAL/UNESCO/PNUD), sede Quito, Ecuador. Profesora Titular de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina (Cátedra de Pedagogía II). Investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en el "Programa de Investigación Social y Movilización Cultural del Pueblo Mapuche en Chile" (FLACSO‑UNESCO), Santiago, Chile.
Ha sido docente e investigadora invitada y/o Asesora en temas de Cultura, Educación y/o Identidad Etnocultural, en diversos países de América Latina, USA y Europa.
Entre sus libros se destacan: “Derechos Humanos y Pueblos Indígenas”, Búsqueda, Buenos Aires, 1982 y Galerna, 1999; “La La Ley y la Tierra”, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1990; “Pueblos Indígenas de Argentina”, Madfre-América, Madrid, 1992; “Población y Cultura en América Latina y el Caribe”, UNFPA -FLACSO, San José de Costa Rica, 1994, “La Identidad Enmascarada”, EUDEBA, Buenos Aires, 1993 y “Educaçao e Sociedade Indigena”, Cortez, Sao Paulo, 1981. En España ha publicado en la Colección Universidad de Barcelona-Fundación Mapfre América-1492, y en otras editoriales de sello antropológico.
Su última obra científica es una co-edición de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Editorial Pehúen-Chile titulada: “Autonomía o Ciudadanía Incompleta: El pueblo Mapuche en Chile y Argentina”, la cual le ha reportado distinciones internacionales.
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