domingo, 28 de junio de 2015

El esplendor de la derrota (2011)

el esplendor de la derrota portada photo el esplendor de la derrota portada 600 pp windows_zpsvxggguuv.jpeg el esplendor de la derrota contra portada photo el esplendor de la derrota contra portada 600 pp windows_zpsftgikkwt.jpeg COMENTARIO MILI RODRIGUEZ VILLOUTA REVISTA LA NOCHE 2012 mili critica el esplendor de la derrota photo critica mili el esplendor de la derrota 600 pp windows_zpspc5mgp5b.jpeg


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Entre el deslumbramiento y el verdadero amor


                                           

Hace tres años dejó la antropología y un estatus de funcionaria internacional que la llevó a viajar por 23 países y convivir intensamente con el mundo indígena latinoamericano. “Ahora vivo en la ficción”, dice. La autora de “Al mundo nada le importa”, publicado en Buenos Aires, nació en Rosario, vive en Chile, y en uno de sus cuentos un hombre se convierte en un surubí, un maravilloso pez del Paraná.

                                  Mili Rodríguez Villouta


Mandó sus cuentos a concursos y vino una lluvia de mails con primeros puestos, menciones y felicitaciones. Una buena parte de ellos están premiados: son relatos de inmigrantes, de mapuches, de exiliados que escriben cartas a amigos desaparecidos, de mujeres enamoradas. Cuando le leyó la solapa del libro a su nieto de cuatro años, él dijo: “¡Pero ahí no dice que la abuela es pescadora!”
Ella afirma que pescar tiene que mucho ver con la tensión y la paciencia de la literatura: “Muchísimo. Vas en silencio, en el bote, y ves los bosques, el agua moviéndose, el cielo, la lluvia. Lanzas la tanza, el hilo, y cuando sientes que la trucha o el salmón pega el tirón, empieza un diálogo en el que gana él o ganas tú”.
Como asesora de gobiernos latinoamericanos para el Fondo de  Población de las NU (United Action Population Found) “habitaba los extremos, desde la extrema pobreza hasta la extrema riqueza”. Y era la antropóloga superwoman que desembarcaba en otro planeta cuando llegó a un taller de Pablo Azócar, y luego al de Jaime Collyer. “Me enamoré de la escritura”.
Isabel Hernández ha vivido veinte años en Chile, primero trabajando para la Unesco en Temuco, durante la Unidad Popular, y luego en Santiago, desde 1990. “Yo soy un ejemplo de la democracia, voté por primera vez a los 36 años y he visto 11 golpes de Estado en América Latina, estando de paso en Bolivia, en Guatemala, etcétera”.
Escribes con un estilo minimalista, de decir lo justo.
Yo creo que lo mío es muy rioplatense, pero también muy litoraleño, muy de la zona del litoral argentino, Santa Fe, El Chaco, Misiones. Una cultura que viene desde el Paraná, pasa por Rosario, y desemboca en el Río de la Plata, pero hay mucho de paraguayo allá. Es un mundo de ríos, de selva. Es el mundo de Quiroga, una selva de animales fantásticos como el surubí de mi primer cuento. Mi bisabuela era del pueblo comechingón, de la zona cordobesa, pueblos que se unieron en la resistencia con los pampa, los tehuelche, los mapuche. Otro de mis cuentos está basado en un tío muy viejo que recortaba el diario en forma de billetes, y los guardaba bajo el colchón. Decía que eran las pesetas para volver a España. Porque ahí también hay dos mundos: el de los que vivían en Argentina soñando con volver a su tierra. Mi terruño es ese mundo interno del cual sale la ficción, por eso puedo vivir en Chile, en Argentina, en cualquier lugar, y sigo teniendo ese terruño mío. Porque la ficción es el mundo en el que yo elijo vivir. Y vivo más en la ficción que en la realidad.
Ahora estás escribiendo una novela que se llama “Insensatez”.
Es la historia de los fortines de la mitad del siglo XIX, en  Chile y Argentina, en Gulumapu y Puelmapu, que son los nombres de la nación mapuche en los dos lados. Pasa en un tiempo sin fronteras, en los fortines que lindaban con la confederación liderada por Juan Kalfulkurá, el gran estratega mapuche. También habla de la gran diferencia entre el deslumbramiento y el verdadero amor. La pasión tiene que ver con eso, si uno no se juega en la vida, nunca va a encontrar nada, ni el verdadero amor ni absolutamente nada... Y a lo mejor el verdadero amor uno lo tiene en la casa y no lo sabe.
En tu libro citas a Graham Greene diciendo que un narrador termina una historia cuando sabe que no tiene más que decir, ¿en qué minuto has cortado tú?
Creo que en el momento en que sentí que el impacto de la historia llegaba a lo que yo llamaría las entrañas. Ahí llegó. Ahí golpeó. Y ahí, no hace falta ni una sola palabra más.


 

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